viernes, 21 de octubre de 2011

CRÍTICA TEATRAL por Gabriel Peralta


Lo primero que habría que hacer con la obra Todos saben que esto es ninguna parte, es no encasillarla en ningún genero, ni colocarle etiquetas, porque su no clasificación, su des-género, es el motor que hace andar un momento teatral inquietante y delicioso.
La trama y sus formas de desarrollo escénico, nunca dan pistas o certezas acerca del rumbo que van tomar, cuando parece que ya están instalados un hilo conductor y un género (con sus cánones preestablecidos) un rápido viraje hace que todo cambie y, la percepción de los sucesos que tenía hasta ese momento el espectador, se trastoque.
No por eso la pieza cae en una “mezcla” sin sentido, ya que lo que sostiene esta aparente no-estructura, es la mirada sobre las relaciones humanas y sus variantes: amor/desamor, victima/victimario, la otredad, la soledad y, por sobretodo, el tiempo como agente del hastío en una relación.
Al autor y director, Leonardo Azamor no le hace falta parafernalia técnica alguna para provocar corrimientos temporales-espaciales, ya que lo extraño, lo “raro”, esta puesto en las conductas de sus personajes y sus interrelaciones que van abriendo puertas a lo inesperado.  Es por eso que su propuesta espacial pasa de lo íntimo a lo espectacular con sencillez, con un simple corrimiento de los pocos elementos que conforman la escenografía,  propicia la creación de nuevos ámbitos, incluso, creando universos paralelos.
Es también importante para la instalación de estos universos, el diseño de luces de Rocío Rodríguez Conway y el ecléctico (por lo atemporal y su variadas texturas) vestuario a cargo de Silvina Biavaschi.
Un lúdico elenco crean personajes personalísimos con entramados interiores que se van descubriendo a la manera de las muñecas rusas. Belén Parrilla, Paola Fontana, Agustín Bobillo, Soledad Cagnoni y el mismo Azamor, se entregan sin concesiones al placer de jugar cada escena.
Todos saben que esto es ninguna parte, hace gala de una exquisita in-clasificación teatral.

viernes, 7 de octubre de 2011

            CRÍTICA EN "EL SOÑARIO"
Octubre

TODOS SABEN QUE ESTO ES NIGUNA PARTE
Una comedia super recomendable

   El teatro independiente sigue dándonos buenas sorpresas. Esta obra, escrita y dirigida por Leonardo Azamor, interesará a los soñarios porque trata bien un tema delicado, el de los juegos de energía entre dos hechiceras contemporáneas.
   Una pareja invita a cenar a su casa a tres personas, una de las invitadas y la anfitriona empiezan una secreta batalla que se va dilucidando poco a poco hasta culminar en un final insólito. Inteligente, entretenida, muy bien interpretada por actores con solvencia escénica y notoria formación en dramaturgia, Todos saben... nos va envolviendo como en una nube fresca y nutritiva. Actuaciones deliciosas de Soledad Cagnoni y Paola Fontana, despliegue físico y gestual de Belén Parrilla y de Agustín Bobillo, histrionismo y justa composición de personaje del anfitrión, de Azamor. La espontaneidad en el baile es una antítesis de "Bailando por un sueño", gracias a Dios, lo que nos devuelve la mirada humana a los cuerpos en movimiento. El diseño de luces de Rocío Rodríguez Conway crea un clima de intimismo, de fiesta, y también de pavor en la escena de la linterna, en el relato del embrujado.
   Comedia reflexiva, nos regala un paquete de extrañas y agradables sensaciones que perduran. El Soñario se va a casa preocupado, pensando cómo Azamor descubrió sus batallas energéticas libradas en secreto y, para colmo, tuvo el toupé de relatarlas. El único defecto de la obra es el mismo que poseen los romances tibios: es sólo una vez por semana, los viernes por la noche, a las 23:00hs, en Gallo 826.